viernes, 12 de julio de 2013

Troféu Internacional 24h BTT 2013: Junqueira (Rd. 2)

Tercera carrera de 24 horas en cinco fines de semana. Visto en perspectiva, totalmente absurdo pero, creo que me ha podido venir relativamente bien. La buena carrera que salió en Moralzarzal me ha dado ánimos para intentar dar más guerra aún en Junqueira.


Esta vez durante la semana previa a la carrera, conseguí dormir normalmente. Esto debería ser bueno, aunque no consigo descansar bien. Supongo que estoy pagando excesos.

Preparativos, viaje y llegada a Junqueira sobre las doce de la noche del viernes. La verdad es que es un palizón de viaje. Unas ocho horas, 180 euros de gasoil, algo más de 60 en peajes. ¡Madre mía! Cada carrera igual, porque las del Troféu están todas juntas.


Llegamos a la zona de acampada. Vemos que está un poco separada del circuito. Intento que nos dejen aparcar a pie de circuito. Yo no gano nada pero, evito un montón de viajes a mi mujer. Bastante tiene con estar pendiente de lo que me haga falta. El director de carrera, nos indica dónde podemos estacionar. El único problema es que no podremos salir hasta que no acabe la carrera. No es problema, espero irme de los últimos.

Mismos preparativos de siempre, absolutamente mecanizados y a parrilla. El circuito viendo el perfil, no parece excesivamente duro, dado que los desniveles no son grandes.





Salida tranquila, como siempre. Ritmo constante y razonablemente mantenible. Tiago Sousa (ganador en Barcelos) y Humberto Luís (tercero), van bastante más rápido. Yo voy a ritmo parecido al de Carlos Pinto (quinto, tras una larga pelea conmigo en Barcelos). Las primeras horas las hacemos como el gato y el ratón: me coge al pasar por meta, me escapo en la primera parte del circuito, me coge al final, me vuelvo a escapar… Horas así. Físicamente, desgaste brutal porque todas las vueltas, intentas escaparte un poco más en tu tramo bueno, para que no te coja en el suyo. Aunque el desgaste mental, es mayor aún. Es machacante, no llegamos a separarnos dos minutos en un montón de horas. Notas que no avanzas.
En la primera vuelta, al llegar al tramo paralelo al río, entro cerca de unas zarzas y me paso una por el brazo. Me empieza a escocer a lo bestia y me salen en segundos unas ampollas un poco feas. Parece ser que no eran zarzas, deben de ser ortigas o algo parecido. Paso una vuelta jorobado con el brazo. Me preocupa porque, suelo reaccionar bastante a este tipo de cosas (el año pasado me hice pruebas de alergia pensando que podía ser eso, por la forma de reaccionar). Poco a poco van bajando las ampollas pero, al ser la zona opuesta del codo y ser un punto de giro, tengo una pequeña rigidez durante unas horas. No pasa de una pequeña molestia pero, no me gusta que el cuerpo “luche” contra nada que no sea el esfuerzo propio de la carrera.

Para colmo, Tiago me ha doblado en una hora y media. Es un circuito muy corto (tardo unos 23 minutos por vuelta; él ha dado alguna en 16) pero, me desmoraliza un poco. Es demasiado pronto, aunque ande mil veces más que yo.

En Moralzarzal (y Barcelos) estaba sorprendido de lo rápido que iba, con poco esfuerzo (en términos relativos, claro) y aquí, por el gran esfuerzo que hacía, para ir tan despacio.

En parte, no iba tan despacio. El circuito engaña y tiene subidas duras (aunque no muy largas) y las zonas menos pendientes, no son de descanso (empedrado, terreno arenoso,…). Sumando una subida técnica de piedras y poco agarre, que me empeño en hacer en plato grande y hago a pie varias veces, tenemos un circuito bastante puñetero que no permite descanso y va haciendo mella cada vuelta que pasa.

Intento seguir la estrategia de comida de las dos carreras anteriores pero, tengo que acortar un poco los intervalos. Además, los geles que he tomado en las otras carreras se me han acabado (bien aprovechados; están caducados desde 2007) y los que tengo ahora no me van tan bien (debe ser porque están caducados desde 2006). Esto me obligará a hacer alguna parada más.

Parece una obsesión el tema de las paradas pero, es mi arma. La única forma de mantenerte cerca de gente que te saca entre dos y seis minutos por vuelta, es parando menos que ellos. Si voy más lento y paro lo mismo, mal puedo luchar con ellos.

Me dobla Humberto y no consigo despegar a Carlos. Voy tercero-cuarto, dependiendo del momento. Cae la noche.



Me abrigo, pongo luces, como, bebo y a seguir. No estoy muy inspirado en la parada y se me van casi ocho minutos. No es un desastre pero, hay que recuperarlos después.
Por la noche, golpe de efecto. Paro a comer algo y veo a Humberto sentado. Tiene muy mala cara. Me desdoblo y ya estoy en su vuelta. Como toda la carrera, a un par de minutos, viene Carlos. Creo que no nos hemos separado más de tres minutos en unas quince horas.

Dos vueltas más tarde, vuelve a parar Humberto y me dice que lo deja. Tiene peor cara que antes. Se despide del Troféu. Creo que la decisión es precipitada (visto desde fuera, claro). A poco que descanse, queda cuarto casi seguro, lo que le mantendría en la lucha por el podio de la general (todavía quedan tres carreras). Pero, bueno, es un tío con bastante experiencia y si dice que no va, es que no podrá.

Al rato, pincho la rueda delantera. Sella el X-Sauce y llego a meta. El líquido lleva ya tiempo y decido echar un poco más de líquido. Empiezo a desinflar y al quitar el obús, me doy cuenta que no se puede quitar (son las válvulas presta de las primeras Mavic, que no es desmontable; habría que destalonar y echar el líquido). No arriesgo a destalonar y echo aire, ¡qué sea lo que Dios quiera!

En total pierdo unos seis minutos con Carlos. Aunque parezca una tontería en una carrera tan larga, tal y como se está desarrollando, puede suponer bastante.

Y así ocurre. Tardo unas cuatro horas en recuperárselos y posiblemente, me haya supuesto un sobreesfuerzo o coger riesgos mayores, parando menos.

Amanece, quedan unas cinco horas. Hace tiempo que no veo a Carlos y pienso que la diferencia puede haber aumentado. Acelero un poco, con la intención (o ilusión) de doblar a Carlos. Pregunto diferencias a mi mujer y me dice que está a menos de tres minutos.

Es el cumpleaños de mi hija (y se ha quedado en Madrid, porque está, con su hermano, en los Campeonatos Escolares de Triatlón) e intento “dedicarle” un buen resultado. Trato de motivarme con esta idea. Aprieto, hasta que se me agota todo resquicio de fuerza. No puedo más. Me paro a las 21 horas. No puedo seguir, estoy muerto; impotente, veo pasar a Carlos, camino de cogerme una vuelta, lo que supondrá mi final. Pregunto por la distancia con el cuarto y es casi imposible que me coja, lo que me alivia un poco.

La sensaciones que tengo no pueden ser peores. No tengo fuerzas para levantarme de la silla y un dolor de lumbares bestial (posiblemente de arrastrar el plato grande en toda la carrera, excepto en la subida de piedras). Mi mujer intenta animarme pero, no hay nada que hacer. Me tumbo en el suelo, buscando algo de alivio al dolor de espalda. Me empiezan a venir todos los pensamientos negativos que me caben en la cabeza. Qué tipo de padre está a seiscientos kilómetros de su hija en su cumpleaños (y encima se baja de la bici, el muy flojo) y cosas por el estilo.


Tras una hora más o menos, empiezo a reaccionar. Ya veo claro que no me quitan el podio, no les va a dar tiempo. Mi mujer, como es normal, se ha preocupado un poco. Me ha visto mal bastantes veces pero, hacía tiempo que no me agarraba una tan grande.


Me ducho y empezamos a recoger. Entrega de premios un poco larga pero, muy familiar. La Organización ha trabajado mucho y se les nota muy cercanos y orgullosos de su labor.

Aunque la petada ha sido muy grande y desagradable, subir al podio (tanto en la carrera, como en la general), me deja un sabor un poco más dulce. He aprendido lo qué es sentir presión durante mucho tiempo y aunque al final he fallado, puedo hacer muy buenas lecturas de esta carrera, aunque en el momento no las viese.


Aunque el cansancio tardará en desaparecer, el dolor de espalda lo arrastraré toda la semana posterior, hago un balance positivo de estas tres carreras tan juntas. Por si no fuera suficientemente dura la especialidad que hago, meto muchas carreras y juntas. Ahora quedan tres semanas para la siguiente, en Lordelo, donde intentaré vengarme de Carlos.


Por cierto, mi currículo de ultramaratones empieza a ser decente: Junqueira es mi carrera número 20 de 24 horas, más otras dos de 12 horas, una de 150 km. y LA CARRERA (Oh meu Deus de 500 km. y 62 horas). Seguiremos agrandándolo. ¡Hasta Lordelo!

Fotos: CSJ

martes, 9 de julio de 2013

Doce24 2013

El punto malo de hacer dos campeonatos, es que, al no ser del mismo organizador, las fechas no están compaginadas y puede ocurrir que, sean en dos fines de semana consecutivos. Tras las 24 horas de Barcelos, una semana después tocaba la segunda prueba del PT Open XCR (de 12 horas). Muy juntas pero, forma parte del reto de hacer dos campeonatos de resistencia.

Pero, el “destino” me había reservado otro plan: se suspende la prueba del PT Open. Cambio de planes; en lugar de descansar esa semana, empiezo a entrenar (sin pasar de cuatro horas). Cualquier cerebro más o menos normal, hubiese mandado la orden de esperar a la siguiente carrera pero, el mío (si es que tengo) tiene bastante daño y se me ocurrió la brillante idea de “completar” la temporada.

Dos semanas después de Barcelos, se celebran en Moralzarzal (cerca de casa; menos de 100 kilómetros, nada, para lo que estoy acostumbrado), las Doce24. Nunca ha sido mi carrera favorita (por el sistema de desempate de vuelta rápida) pero, me apetece correr cerca de casa. El primer objetivo era hacer una recopilación de datos de pulso, velocidad, tiempo,… para intentar analizarlos después. Al final, no se pudo hacer y fue una carrera normal, sin otro objetivo que el puesto y la experiencia.

La semana va mal, como en todas las carreras últimamente. Trabajo de noche y con las prisas y la falta de anticipación, sólo consigo que me hagan el viernes y el sábado. Esto quiere decir que, del mediodía del jueves (cuando me levanto) a la noche del viernes, no voy a dormir. La mejor manera de ir a una carrera de 24 horas, en la que, tampoco piensas dormir. El domingo, al rato de acabar la carrera, trabajaré otra vez por la noche.


El viernes, según salgo del trabajo y “facturo” a los niños en el cole, preparo todo y a las cinco de la tarde, salgo hacia Moralzarzal. Prefiero dormir allí y no tener prisas el sábado. Me encuentro con una conocida de las carreras en Portugal, Sonia Lópes y veo que está inscrito Rodolfo Días. Hace dos semanas se ha proclamado Campeón de Europa M40 (y en 2012, Subcampeón de Europa Elite). Un avión de combate. El año pasado perdió esta carrera (tras sacar veinte minutos al segundo) por la vuelta rápida y este año, viene con la lección bien aprendida.

Por la mañana, empiezo con la dinámica de preparativos (luces, repuestos, alimentación, bebida,…). Me dirijo a la salida, un beso a mi mujer, a los niños y… ¡a la guerra!


El circuito me va gustando. Recuerdo que es el mismo que hace dos años (el del barro; creo que el año pasado lo cambiaron). Está bastante entretenido. Este año, ha habido una inscripción mucho menor que años anteriores, lo que, tiene su punto positivo en la ausencia de atascos y un menor tráfico. A la tercera vuelta, ya empezaba a hacer tramos en solitario, sin nadie que te achuche o te frene. A mí me gusta más así, no me gustan las multitudes.

Ruedo a ritmo constante, alto de pulso, alucinando con los valores máximos en la subida inicial. Voy relativamente cómodo, sin saber el puesto en el que voy pero, empiezo a intuir que no voy mal. Rodolfo no me dobla y eso es señal de que voy relativamente rápido (y que la vuelta es larga). Al final, me dobla a las ocho horas. Por la diferencia de nivel entre él y yo, es muy tarde. Se me hace raro y me entero que ya voy segundo, sacando algo de ventaja al tercero.

Coincido con el tercero y me dice que va muy cansado y que va a parar en breve a descansar. Le animo a que pelee el podio. Sé lo que cuesta llegar hasta el podio, me ha llevado años empezar a rondarlo.

Sigo una estrategia parecida a Barcelos, en cuanto a alimentación. Cada 3-4 horas paro a tomar un gel, beber bastante y comer algo (sándwich, donut,…), empleando en la operación, más o menos, un minuto. Salvo en un caso, que se me cayó el sándwich al suelo (y recogí, por supuesto; no voy a perder otro minuto la vuelta siguiente en comer), todo iba perfecto.


Llega la hora de poner las luces. Hago que coincida con una de las paradas de comer y además, me pongo de largo. No es un fin de semana caluroso y en cuanto va bajando el sol, la temperatura decae bastante. Empleo unos cinco minutos en todo.

Sé que Rodolfo es muy superior a mí, por lo que, mi objetivo principal será mantener el segundo puesto, intentando estar cerca del portugués, para que, no pueda descansar y haya una posibilidad, aunque sea remota, de que falle. En caso de empate a vueltas, pierdo porque, tiene una vuelta rápida casi tres minutos mejor que la mía. Desde el principio sé que por mucho que corra, un diesel como yo, voy a hacer una vuelta rápida bastante floja, por lo que, ni me molesto en intentar hacer una vuelta algo mejor que el resto. Es un riesgo que tengo que correr; lo prefiero, a pegarme una petada buscando una vuelta buena (que casi seguro que no voy a conseguir, dado lo lento que soy) y pagarlo en toda la carrera.

Durante la noche, sigo la misma tónica que a lo largo del día. Ritmo constante, sorprendentemente rápido (para una tortuga) y sin muchas pérdidas de tiempo.


Entre las tres y las cinco de la mañana, tengo una crisis. Empiezo a tener frío y me tengo que parar dos veces a abrigarme más. Y lo peor, tengo una sensación constante (a pesar de ir comiendo a menudo) de vacío en el estómago (que suele ser el preludio del vacío en las piernas y el bajón bestial).

Como conozco esta sensación bastante bien, sigo comiendo y bebiendo, con lo que, consigo evitar ese bajón. Lo malo, es que, con esas paradas, aunque cortas, me va cayendo un chorreo de minutos tontos que, me hace perder una vuelta. Ya estoy a dos de Rodolfo. No es ideal pero, son muchas menos de las que pudiera soñar antes de empezar.

Como es frecuente en carreras tan largas, tras un bajón, viene una recuperación. Empiezo a enlazar vueltas buenas, constantes y le recupero una vuelta a Rodolfo. Ya ha amanecido y voy muy buen. Llevamos casi veinte horas y el ritmo, se vuelve a parecer al del inicio de la carrera (por la noche, por motivos obvios, se va más lento).

Otra consecuencia de la improvisación y de decidir competir la misma semana de la carrera, es que, mi mujer se tiene que ir a las nueve de la mañana. Me quedo un rato solo. No me pasa nada pero, prefiero que esté; falta medio equipo.

En una de las vueltas, veo a Rodolfo que no va bien. Me pega el subidón del siglo. Estoy “apretando” a un Top, a alguien que ves en las páginas web de bicis, como alguien inalcanzable.

Pero, lo mejor está por llegar. Al estar solo, me hago un lío (le paso varias veces, al parar y adelantarnos mutuamente; sin cogernos vuelta) y una de las veces que me desdoblo, creo que, me pongo primero (sin contar la vuelta rápida; que me obligaría a doblarle para poder ganar). En realidad, me pongo en la misma vuelta. Pero, al quedar unas tres horas, pienso que, puede haber una pequeña posibilidad de doblarle (hay que intentarlo) y me pongo a tirar como un loco. Para llegar a adelantarle doy dos vueltas a menos de 30 segundos de mi mejor tiempo (veinte horas antes), agónico. Le adelanto al pasar por meta y hago la subida dura del principio, como un cohete, le descuelgo. Sigo tirando a muerte, voy a un ritmo que sé que no puedo mantener durante las tres horas que quedan pero, se me acaba el tiempo y es la única forma de intentarlo.

Pero, a mitad de circuito, me vuelve a coger. Veo que va a ser imposible doblarle (en realidad, le tengo que sacar dos vueltas pero, en ese momento, no lo sé). Lo acepto y disfruto de lo que queda de carrera. Damos dos o tres vueltas juntos y decidimos parar un rato. Mi puesto no peligra y no tiene sentido sufrir más.

Nunca hubiera soñado estar tan cerca de un máquina como Rodolfo pero, por fin, tanto entrenamiento, esfuerzo, desgaste,… ha dado sus frutos. Es posible que sólo sea un buen día y que no sea mi nivel real pero, me da igual. Intentaré que no sea así y dar toda la guerra que pueda en lo que queda de temporada: otras cinco carreras de 24 horas (como poco). Va a ser difícil pero, hay que intentarlo.

Dentro de otras dos semanas, retomaré el Troféu Internacional 24h en Junqueira. Tres carreras de 24 horas en cinco fines de semana… al principio dudaba de la existencia de cerebro en mi cabeza, ahora confirmo plenamente su ausencia.

¡Hasta Junqueira!

Fotos: CSJ

viernes, 5 de julio de 2013

Troféu Internacional 24h BTT 2013: Barcelos (Rd. 1)

Este 2013 presenta la posibilidad de dos campeonatos de resistencia en el país vecino. Al ya habitual, para mí, PT Open XCR, se le unía una versión extendida del Troféu Internacional 24h, que cuenta este año con cinco pruebas (tres, el año pasado).

Dos campeonatos, muchas pruebas y muy juntas. Lo lógico es decantarse por uno u otro. Bueno, eso es lo lógico. Los que nos regimos por criterios distintos a la lógica (más cercanos al trastorno mental, que a otra cosa),no necesitamos elegir… hacemos los dos y ya está. Seis carreras de 24 horas y dos de 12. ¡Mucha tela!

El PT Open XCR, comenzó allá por marzo, con buenos resultados por mi parte. El haber hecho tan buena carrera en la “distancia corta”, lejos de darme confianza, me hacía albergar más dudas sobre mi rendimiento en 24 horas.

Así, con un poco de desconfianza en mí mismo iba a comenzar un nuevo campeonato, con rivales desconocidos y organizaciones nuevas. La mayoría de todo esto, obviamente, desaparecerá con la salida de la carrera pero, hasta que llega ésta, te crea algo de incertidumbre, propia de las situaciones de cambio. Mi planteamiento en el Troféu era claro. Al ser cinco carreras muy juntas (cinco meses), en cuanto fallase en una, cosa que me dejaría sin opciones en la clasificación general (opciones de llegar a mi máximo rendimiento, claro está; no me refiero a opciones de ganar), lo dejaba. O por lo menos, eso digo antes de empezar.

Aunque antes de todas las carreras, trato de hacer lo posible para descansar lo máximo posible, siempre me salen imprevistos que hacen que, duerma menos de cuatro horas al día durante toda la semana. Así, entre “compromisos” con la revista Bike a la hora de finalizar la prueba de larga duración de la GT Zaskar que teníamos entre manos y asuntos del trabajo, iba más cansado que si no hubiera carrera. ¡Mal empezamos! Quedo con mi mujer en salir de viaje a las tres de la tarde y salgo a las cinco. Nos quedan 630 kilómetros de camino, en un vehículo que no viaja a más de 100 km/h.

Pues, para nuestra sorpresa, el viaje se hace relativamente corto. Desconozco si es por ser camino distinto al habitual (siempre competimos por el centro, mientras que, esta vez es al norte; A6, en lugar de A5) o por lo que sea pero, aunque llegamos tarde, no se hace eterno, como otras veces. La prueba es en Barcelos, origen del famoso gallo portugués, símbolo nacional, con el centro neurálgico de la prueba ubicado en un campo de tiro.

Sueño reparador (unas siete horas, es un logro para mí) y me levanto con ganas de guerra. Estreno bici (Canyon Nerve Al SL), para complementar la prueba en Bike. En un principio es un poco arriesgado porque, mi experiencia con ella se reduce a diez kilómetros y cualquier problema de adaptación a ella, puede convertirse en un suplicio en una carrera tan larga. Además, a diferencia del PT Open XCR, aquí no permiten cambiar de bici. Espero que mi facilidad de adaptación a cualquier bici, me haga esquivar este riesgo.


Antes de empezar saludo a Humberto (Luis), antiguo compañero de fatigas en las primeras ediciones del PT Open. Es muy bueno como ciclista pero, mejor persona aún. Da gusto, con gente así. Nos contamos las batallas y los objetivos que tenemos y aprovecho para preguntarle por los rivales. La verdad es que, en el fondo, me da igual pero, siento curiosidad. Estoy acostumbrado a competir contra gente conocida. Al parecer, hay dos “galgos” de cuidado, además del propio Humberto. A priori, ellos se jugarán la carrera. Mi objetivo, como siempre, es luchar contra mí, intentando estar lo menos lejos posible de los primeros (¿tercero, quinto, décimo,…?; lo que pueda).

Me dirijo a parrilla de salida. Como siempre, no tengo prisa; me coloco en los puestos del final. Evito posibles problemas en la salida, con la gente que va más rápido que yo (casi toda, dicho sea de paso).

Salida. Me pongo en marcha y voy cogiendo ritmo. Sin tiempos espectaculares pero, sí muy regulares, empiezo a darme cuenta de que, voy muy rápido (para lo que es habitual en mí), dentro de que, voy cómodo. Tengo sensaciones parecidas a las que tuve en Abrantes. Allí eran sólo doce horas pero, acabé “entero”.


En algún momento, tengo la sensación de ir pasado de ritmo (más, por miedo a reventar). Pero, voy contento. Desde muy pronto, voy entre los cinco primeros y me gusta esa sensación de ir delante. Si reviento, ¡qué me quiten lo bailao!

Hago las dos subidas en plato grande (doble plato; rueda de 29”), disfruto de ir rápido. Tardan mucho en doblarme; me viene a la mente el recuerdo, de cuando empecé con estas carreras y Humberto me doblaba cada dos-tres horas (en circuitos más largos que este). Ahora, en las dos o tres primeras vueltas, pierdo tiempo (unos tres-cinco minutos por vuelta) pero, luego esta diferencia baja mucho y tardan en cogerme la vuelta. Aquí está en torno a los veinte minutos, por lo que, es fácil doblar.

Tiago Sousa, Francisco Rosa y Humberto Luís, mantienen una lucha importante por los puestos del podio, seguidos de Carlos Pinto y yo, por el cuarto puesto. Todos andamos cerca, por lo que, como alguno pare, perderá bastantes opciones (si no son todas).

Llevo una estrategia buena de parar cada tres horas a comer y beber (gel, medio litro de líquido y sándwich), empleando un minuto en toda la operación. Al ser las vueltas tan cortas, es fácil modificar el intervalo sin consecuencias malas (si me da un apretón de hambre ---que, suele desembocar inmediatamente, en un bajón de rendimiento-, al principio de una vuelta de cuarenta minutos, lo llevo claro). Mi mujer, como siempre, me tiene todo listo en el momento que necesito. Aunque, es un trabajo poco visible desde fuera, es absolutamente imprescindible y parte importante del resultado; sin una buena asistencia, hacer un buen resultado es más difícil aún. Yo, gracias a ella, este aspecto lo tengo garantizado. Asistencia, ánimos, información,… todo lo tengo a mano. Tengo mucha suerte.

Pasan las horas y sigo a un ritmo impensable para mí. Si me dicen hace un par de años, que iba a ir así, no me lo hubiese creído. De todos modos, hay que ser cauto porque, queda más de media carrera.

Pongo luces, me abrigo un poco, como y bebo. Parada larga… ocho minutos. Si no pasa nada raro, será la parada más larga de la carrera. En muchos momentos, pienso que, esto no puede ser sano. Muchas horas por encima de 140 pulsaciones, picos de 165, vuelta tras vuelta. Una locura. Pero, ahí sigo, manteniendo el ritmo y el puesto. A sólo una vuelta de Humberto y dos del primero; algo impensable para mí. No me puedo andar con tonterías, puesto que, mi puesto peligra, porque Carlos Pinto se mantiene en mi vuelta, incluso, cambiamos posiciones a lo largo de la noche.

Va pasando la noche y tengo una pequeña crisis. Me da la sensación de ir como una tortuga, pego cabezadas, voy muy cansado. Miro el tiempo de la vuelta y aunque si me preguntan hubiera dicho que estaba perdiendo mucho tiempo, sólo me caen cuatro minutos.

Como es habitual en estas carreras, hay muchos altibajos, con lo que, tras ese pequeño bajón, empiezo a recuperarme y presionado por Carlos, mantengo el tipo, a la espera de que amanezca. He pasado toda la noche con pequeñas paradas y la he solventado bien, manteniendo un ritmo increíble y relativamente constante.

Amanece y la carrera sigue igual. Los dos primeros a dos vueltas, Humberto a una y Carlos en mi vuelta. Ya voy muy cansado, aunque los ritmos siguen estables. Por la noche, no he perdido más de cuatro minutos (respecto a los tiempos que hacía de día) y ahora que vuelve a haber luz, mejoro, yendo unos dos minutos más lento que al principio, hace ¡veinte horas! Mantengo ritmos parecidos tras veinte horas de carrera, sin casi parar.

Tras un invierno entrenando como un demente, por fin, empiezo a ver resultados. He pegado el salto de nivel que, nunca creí que sería capaz de dar. Me quedan cuatro horas de carrera. Aunque parece que ya está todo hecho, queda bastante tiempo. En cuatro horas, puede pasar de todo.

Un error al mirar las clasificaciones, me hace creer que estoy tercero. Meto el turbo. Hago unas vueltas a pocos segundos de mi mejor vuelta. Sufro bastante pero, es normal. Veo a Humberto parado en meta, algo le pasa en la bici. Le adelanto y según mis cálculos (erróneos), me pongo segundo. Ha tenido una pequeña caída y ha partido el manillar. ¡Qué mala suerte! Repara y continúa. Al poco tiempo, me vuelve a adelantar. A la vez, caemos en el error y “vuelvo” a mi cuarto puesto. Con las vueltas locas que me he metido, he alejado a Carlos, lo que me da un pequeño colchón de ventaja.

Vamos todos muy cansados, todos con el “cuello torcido”, como almas en pena, dando vueltas en modo “automático”, esperando a que todo acabe.


Controlo la hora de paso de Carlos por meta, para ahorrarme dar otra vuelta (sólo valen las que pases antes de las 24 horas; si llegas después, no contará). No me apetece dar otra vuelta sin necesidad. Acaba la carrera y empezamos a recoger. Queda un largo camino hasta casa. Despedida y rumbo de vuelta.

Es el momento del análisis de la carrera y de las sensaciones que he tenido en ella. Aunque suene repetitivo, nunca me esperaba hacer una carrera a este ritmo. Ya el año pasado pegué un buen salto de nivel pero, este año, he vuelto a mejorar bastante. He aprendido a correr estas carreras, a base de ir a un ritmo muy lento pero, al límite de lo que podía hacer (así me agarraba las pajarracas que cogía; siempre rondando el límite, durante las 24 horas). Ahora, con la base del año pasado y las palizas que me he metido este, empiezan a salir los resultados. Ya sabía ir al límite; ahora, puedo ir más rápido y más constante rondándolo. Hago las subidas cómodo (dentro de lo que cabe) y no muero en cada una de ellas; además, voy mucho más rápido. Acostumbrado a hacer cuarto (no recuerdo ya cuántos llevo), a priori, sabe a poco pero, me quedo con las sensaciones. Cierto que, me han sobrado cuatro horas y que las dos primeras las hago muy lento y pierdo un tiempo que luego no recupero pero, he llegado mucho más lejos de lo que nunca hubiera imaginado. Obviamente, no me voy a conformar con esto; hay margen de mejora y puntos en los que todavía fallo pero, eso es precisamente, lo que hace que me motive más y esté deseando que llegue la próxima carrera.




Fotos: CSJ